jueves, 5 de marzo de 2015

Fabricando envidia

Hay una frase hecha muy conocida y usada entre el mundo adulto que dice así: "las comparaciones son odiosas". Y tanto.

Las comparaciones son odiosas, sí, y además son el origen de muchos otros problemas. Problemas de autoestima, celos, envidia, soberbia, competitividad, y así un largo etcétera.

A menudo he visto a adultos reprobarse unos a otros por hacer comparaciones, porque eso no se hace. Porque "las comparaciones son odiosas". Y demasiado a menudo he visto a adultos hacer comparaciones entre niños sin que nadie considere que su actitud en ese momento es reprobable. Pues lo es. Claro que lo es.

Pongamos por ejemplo a los familiares que se reúnen para comer y sueltan "come bien, como tu primo, mira qué bien come tú primo". Y luego viene la ristra de comentarios afirmando lo bien que come el primo y lo mal que lo hace el pobre infeliz al que están atacando un montón de adultos. Sí, atacando, ya hablaré de esto más adelante en otra entrada.

Otro ejemplo, esta vez en la escuela: "pero Fulanito, mira qué bien ha hecho Menganito el dibujito". Demos gracias si no añaden lo mal que dibuja Fulanito, o le ponen algún apelativo como "vago" o similares.

¿Qué estamos haciendo a nuestros niños? ¿Qué les estamos enseñando? Pues no sé qué pretenden esos adultos enseñar, probablemente pretenden utilizar un ejemplo de lo que consideran correcto para que el niño en cuestión lo imite. No estoy diciendo que lo hagan mal a propósito, pero sí que estoy diciendo que, en mi opinión, lo hacen mal.

La cruda realidad es que les están enseñando que son inferiores a ese modelo ejemplar que están utilizando, que valen menos. Y lo que es peor, les están enseñando a compararse con los demás, a buscar quién lo hace mejor y quién lo hace peor, están enseñando a esos niños a no pensar en hacer las cosas bien, sino a pensar en hacerlas mejor que los demás. Les estan inculcando la envidia a largo plazo, porque no son nada en sí mismos, sino en comparación con el resto. Les están inculcando que es correcto menospreciar lo que cada uno es frente a quien se considera superior. 

Por favor, nuevamente os pido, adultos del mundo, que penséis un poco antes de hablar. Sí, es mucho más rápido decir "hazlo como fulanito, que lo hace bien". Pero con eso sólo haces que Fulanito se crea superior y probablemente se vuelva una persona repelente y con un exceso de soberbia; y que Menganito, que no lo hace bien al parecer, tenga una autoestima baja y seguramente celos de Fulanito. 

Las comparaciones fomentan la envidia, los celos, impiden un desarrollo sano de la personalidad de una persona. Las comparaciones no es que sean odiosas, es que son nocivas, peligrosas y, desgraciadamente, son tomadas a la ligera cuando los comparados son niños.

Veamos el proceso lento en ambos ejemplos: en el primero, explicadle al niño la manera correcta de sentarse a comer a la mesa, sin mencionar si hay alguien o no haciéndolo bien. Simplemente explicad las cosas, las comparaciones no sólo son malas, son innecesarias. En el segundo ejemplo, se puede animar al pequeño a hacer las cosas lo mejor que sepa, a esforzarse y alabar su esfuerzo. No todos somos iguales ni tenemos las mismas capacidades, pero desde luego las capacidades de un niño no mejorarán de la noche a la mañana por sentirse menos frente a un compañero de escuela.

De hecho, lo más probable en el segundo ejemplo es que ese niño que ha sido comparado no quiera volver a exponerse a ser "menos" y directamente deje de esforzarse para no verse expuesto a una futura comparación. Y en el primer ejemplo es posible que incluso estemos deteriorando la relación entre los primos por las envidias que se pueden derivar de esa comparación.

Lo más triste del asunto es que, como en tantos otros casos, los adultos ni siquiera son conscientes del daño que podrían estar haciendo con sus palabras. Así que, aunque probablemente sean pocos los adultos que lean esto, espero que sirva para hacerles reflexionar sobre la importancia que sus palabras pueden tener sobre las personitas que las escuchan. 

No importa si eres padre, tío, abuelo, profesor o simplemente un adulto que va a pasar 10 minutos en la vida de un niño porque casualmente sus vidas se han cruzado en ese momento, siempre hay que pensar en la manera de decir las cosas. A menudo los adultos sólo pensamos en la manera de decir las cosas cuando hablamos con otro adulto, pero es tan importante (yo diría que más) pensarlo cuando estamos interactuando con un niño.


jueves, 19 de febrero de 2015

Los niños malos

Hoy quisiera pedirle un favor al mundo. A todos los adultos del mundo. Por favor, que se acaben ciertas frases cuando hacemos referencia a los niños. En concreto, todas aquellas frases que incluyen juntas las palabras "niño" y "malo". Y en especial, por favor, que se acabe eso de decírselas a ellos o decirlas delante de ellos. Son pequeños, no sordos. Son pequeños, no tontos. Y desde luego, son pequeños, no malos.

Hay niños traviesos, hay niños revoltosos, hay niños menos obedientes, hay niños de todas las clases y colores. Exactamente igual que los adultos. Pero no hay niños malos. Hay niños mal educados, niños mal entendidos, niños con problemas, niños con ganas de llamar la atención...

Estoy harta de escuchar a abuelas, madres, tías, amigas, conocidas, vecinas, etc. (y todo eso, lo mismo, en masculino también) soltar y quedarse tan panchas que un niño es malo. Y hablo es masculino porque es más rápido, y es el genérico que de toda la vida se ha usado y no por eso soy machista, que el machismo va más allá de hacer económico el lenguaje. Pero también hago referencia a las niñas, por supuesto. Aunque ya hablaré otro día de ese estereotipo de "niño malo, niña buena".

Veamos, adultos del mundo, ¿creéis acaso que los niños tienen una conciencia consolidada y firme de su propia identidad y personalidad? ¡No la tenéis ni vosotros! ¿Qué esperáis que ocurra al decir a un niño que es malo? ¿Que se dé cuenta del gran error que ha cometido por tirar su juguete por la ventana y pida perdón, jurando que su pasado delictivo ha quedado atrás? Por favor, seamos serios. Que el tema lo es. Y el vicio es grande, va a costar corregirlo. Porque no importa donde vayas, ni en qué familia te metas, dales tiempo... saldrá el niño malo por alguna parte. Todos lo hemos oído alguna vez haciendo referencia a algún niño.

Los niños, prestad atención a esto, no saben si son buenos o malos. ¿Sorprendidos? Pues así es. Los niños ni siquiera tienen una conciencia clara del bien y el mal. Tienen una moral heterónoma, les viene dada de fuera. Son los adultos de refrencia de ese niño quienes le van a decir lo que está bien y lo que está mal, lo que es correcto y lo que no. Y lo más triste de todo, son esos mismos adultos los que en los primeros años de su vida le van a decir quién es. ¿De verdad queréis decirle que es alguien malo? Porque una persona mala no tiene opción a hacer cosas buenas, una persona mala sólo puede hacer cosas malas.

Trasladémonos a la mente de un niño por un instante "soy malo, luego sólo puedo portarme mal". Si un niño toma conciencia de que es malo, crecerá con la convicción de que la opción de ser bueno no existe para él. Porque la maldad es algo que es. Tened en cuenta que no estáis diciéndole que el ser malo sea algo transitorio, o que se le ha colado sin avisar. No, le estáis diciendo que es malo. Que ser malo es una característica de su personalidad, es un rasgo que le define. Que siempre lo será. Que no puede cambiar eso. Lejos de conseguir que se porten mejor, lo que haréis será afianzar su mal comportamiento porque lo entenderán como algo intrínseco a ellos.

Habrá quien piense que exagero, igual que hay quien toma a los niños por tontos y se pasa la vida quitando importancia a lo que piensan o sienten. Esas personas no deberían educar. Y perdonad que sea tan radical, pero estoy cansada de ver a tantos y tantos adultos que no consideran que un niño pueda tener sentimientos, emociones, ideas, gustos, opiniones, personalidad, estrés, preocupaciones, etc.

¿Tanto trabajo costaría decirle a un niño, cuando hace algo que no está bien "eso que has hecho no está bien, tú eres bueno, pero en esta ocasión te has portado mal"?

Te estás portando mal.

¿Alguien más percibe la diferencia entre "te estás portando mal" y "eres malo"?

Por favor, adultos del mundo, dejad de una vez de decir a los niños que son malos. No cuesta tanto darles la ocasión de entender que son buenos, y que han cometido un error. Que confiais en ellos y sabéis que pueden subsanarlo para la próxima vez. Que hay segundas oportunidades, que estáis ahí para guiarles, apoyarles y entenderles.

Los niños no son malos, en ocasiones se portan mal. Enseñadles a hacerlo bien, en lugar de juzgarles y ponerles la etiqueta de "niño malo". No son una camiseta, las etiquetas no se pueden cortar tan fácilmente. Vigilad vuestras palabras.

lunes, 9 de febrero de 2015

Fotografiando el mundo

Recuerdo que en mi infancia se fotografiaban los momentos especiales, las cámaras no hacían fotografías infinitas y no siempre llevábamos una cámara de fotos encima. Los tiempos cambian. Hay quien dice que mejoramos. En cierto modo, es verdad. Pero también hemos perdido mucho.


Hace años, cuando con nuestros teléfonos móviles no hacíamos fotografías sino llamadas, veíamos el mundo con nuestros propios ojos. Ahora ya no lo hacemos. Vemos algo hermoso: una puesta de sol o un amanecer, un bonito paisaje, una nevada, cualquier cosa que nos causa asombro, un ser querido en una postura que nos resulta entrañable... Y lo fotografiamos. Queremos captar el instante, atraparlo para siempre. 

Ves a madres que ven a sus hijos en funciones escolares y pasan todo el tiempo fotografiando, la mañana de reyes fotografiada, las cenas familiares y cumpleaños retratados para siempre. ¿Cuántos de los momentos especiales que nos rodean los contemplamos a través de nuestros ojos? ¿Cuántos de ellos no nos los perdemos por estar limitados al objetivo de una cámara?

Un paseo romántico con tu pareja y ahí va un selfie. Una tranquila reunión de amigos, y más fotografías.
No me malinterpretéis, no estoy en contra de las fotografías, pero sí del exceso. Y, en este ámbito, me temo que hemos alcanzado el exceso. Hemos sobrepasado el exceso. Y los únicos perjudicados somos nosotros.
¿Os habéis parado a pensar en esos momentos en los que mirábamos el mundo en todo su esplendor? ¿A tamaño real? En ocasiones me siento un bicho raro por contemplar un bonito atardecer y no fotografiarlo. Y, al mismo tiempo, me siento la más afortunada de todos aquellos que me rodean. Porque, cuando veo algo hermoso, a menudo soy la única de los que están ahí que lo está mirando de verdad. En sus colores y matices reales. Y no los que puede captar una cámara de fotos.
Nunca una cámara de fotos podrá captar la esencia de lo que se fotografía, porque no estás fotografiando la emoción que te provoca ese momento, no estás fotografiando el olor del ambiente en ese momento, no estás fotografiando el sonido del viento en ese momento, no fotografías tu estado de ánimo.

Por supuesto que me encanta tener fotografías para poder mostrar a las personas que tengo cerca, fotografías que poder conservar de los momentos más especiales, las fotografías son importantes para nosotros, nos ayudan a recordar cosas que, de otro modo, perderían nitidez en nuestra memoria. Pero no todo debe ser fotografiado. Hay cosas, pequeñas cosas, que podemos simplemente disfrutarlas.
Un día, aunque sólo sea una vez en un día, cuando contempléis algo hermoso y tengáis la tentación de fotografiarlo, aceptadme el consejo: sólo por una vez, guardad la cámara y disfrutad de lo que estáis viendo. Lo recordéis o no después con todo detalle, lo importante es que por una vez lo habréis visto de verdad. Eso es algo que ninguna fotografía os podrá devolver después.

viernes, 6 de febrero de 2015

Por qué las madres gritan a sus hijos

Ayer caminaba por la calle y vi una a madre que se bajaba de un coche con su hijo y, sin que el niño se moviera de su lado, vio pasar un coche cerca y le gritó "David no te apartes del coche". Esa situación me hizo preguntarme por qué esa mujer le había gritado, por qué en algún momento todas las madres acaban por sucumbir a gritar a sus hijos.

Me encantaría poder hacer una encuesta sobre lo que piensa el resto de la gente que hay detrás de esos gritos, o si alguien alguna vez se ha preguntado ese por qué. Pero, lamentablemente, esto lo escribo yo sola y no puedo añadir otras opiniones.

Lo que más frecuentemente he oído como respuesta a por qué gritan las madres a sus hijos son frases como "porque no escuchan", "porque sólo hacen caso cuando se les grita". No daré mi opinión sobre esas aberrantes excusas para justificar un grito, aunque creo que ya la he dado sin querer. También he oído cosas más elaboradas (algunas de ellas incluso las he dicho) como "porque ellas están frustradas y enfadadas y por eso gritan, para desahogarse". Lo cierto es que, a veces, es así. Gritamos para desahogarnos. Para hacernos oír por encima del resto.

Pero no, ayer al fin di con la respuesta que más me convence del motivo real por el que gritan las madres a sus hijos: para ahorrar tiempo. Esa madre que gritó a su hijo no lo hizo por estar frustrada o enfadada (tal vez lo estaba, no lo sé, pero ese no fue el motivo). Lo hizo porque vio en peligro a su hijo y el grito era la forma más rápida de protegerle. Cuando vemos que nuestro hijo va a cruzar la calle sin mirar no le gritamos porque no vaya a obedecer de otra manera, le gritamos para no arriesgarnos a que no obedezca. Es una forma de imponer la autoridad de manera rápida. Y, en esas circunstancias, la rapidez es esencial. La rapidez salva su vida. La rapidez garantiza su protección. ¿No es eso lo que cualquier madre busca?

Bien, hasta aquí la forma bonita de gritar para ahorrar tiempo. Veamos la otra cara. Cuando una madre regaña a su hijo a gritos, ¿su vida está en peligro? La mayoría de las veces, no. Entonces, ¿también grita para ahorrar tiempo? Sí. Ahorrar tiempo en darle una explicación razonada, en un tono normal, de manera que entienda por qué tiene que hacer/tiene que dejar de hacer lo que sea que haya causado la regañina. Esa madre podría emplear un tiempo muy largo en explicar a su hijo todo de manera que la parezca aceptable y razonable hacer lo que ella requiere, un tiempo que no siempre tiene o está dispuesta a emplear en esa labor. De manera que utilizada el método "ahorrar tiempo", el grito. El niño obedece, y se consigue todo de manera rápida y eficaz.

Soy madre, y en más de una ocasión he gritado a mi hija. En todas y cada una de ellas me he sentido culpable después. Me pregunto si al resto de las madres les pasa lo mismo.

Vivimos en un mundo de prisas, de hacerlo todo ahorrando tiempo. Pero educar a gritos no es la mejor manera. Jamás entenderá las razones si no se las explicas, y jamás podrás parar de gritar.
He visto a niños sorprenderse por recibir una explicación ante una mala acción en lugar de un grito. He visto a adultos sorprenderse porque otro adulto razone con un niño pequeño, intentando explicarle las cosas en un tono normal y tranquilo. No siempre lo van a aprender a la primera por razonarlo con ellos, tendrás que explicarlo más de una vez. Pero gritando jamás lo entenderán, y jamás podrás dejar de gritar. Y, lo más triste de todo, es que llegarán a aprender que en el mundo las cosas se resuelven elevando la voz y no ofreciendo una explicación a quien no te comprende.

No olvidemos que somos su modelo a seguir. Es algo que debemos tener presente a todas horas. Ahorremos tiempo cuando sea imprescindible, cuando esté en juego su seguridad. Pero, cuando podamos ofrecer una explicación pausada, tomemos aire, armémonos de paciencia, e intentemos hacer las cosas despacio. A la larga, estaremos ahorrando tiempo.

El origen de todo

Hace tiempo alguien me dijo "escribe un blog", y no le hice caso. Hoy vengo a compensar ese agravio.

Todo ocurrió mientras le contaba anécdotas de mi trabajo, y cómo analizaba cosas que creía que la gente que había a mi alrededor, compañeras de trabajo, no analizaban. He olvidado casi todas las cosas que me sugirió que debía plasmar en mi blog esa persona, y otras muchas que pensé plasmar yo solita. Pero lo que no he olvidado era el propósito, entrar en las mentes de los demás y mostrarles el mundo a través de mis ojos.

Tal vez nadie quiera verlo, tampoco he preguntado. Tal vez las personas están contentas con su propia perspectiva de las cosas. Pero, ¿y si hubiera alguien que quisiera otro enfoque? No necesariamente para cambiar el suyo, sólo para comparar. Para ver cómo gira el mundo desde otros ojos, analizarlo desde otra mente, completamente diferente a la suya.

A menudo me sucede que veo algo que me hace pensar durante largo tiempo, ¿alguien más se habrá fijado en esto? ¿A alguien más se le habrá ocurrido hacer esto otro? Me cuesta sentirme identificada con el mundo que me rodea, y tal vez eso sea lo que lo hace tan fascinante para mí. No deja de sorprenderme lo inmersos que vivimos en una rutina que no nos cuestionamos. Damos por sentados los detalles, incluso los acontecimientos importantes. Las cosas, sencillamente, ocurren.

Este blog no es sólo un lugar en el que contar chorradas que se me pasen por la cabeza sin sentido, también contaré chorradas con sentido. Y, tal vez, si me coge inspirada algún día, podáis leer algo que os haga plantearos algún aspecto de aquello que os rodea, o de aquello que sois. Creo que nada enriquece tanto una mente como pasear por la de otra persona. Os invito a visitar la mía. No garantizo un viaje agradable, pero sí uno sincero.