Hace años, cuando con nuestros teléfonos móviles no hacíamos fotografías sino llamadas, veíamos el mundo con nuestros propios ojos. Ahora ya no lo hacemos. Vemos algo hermoso: una puesta de sol o un amanecer, un bonito paisaje, una nevada, cualquier cosa que nos causa asombro, un ser querido en una postura que nos resulta entrañable... Y lo fotografiamos. Queremos captar el instante, atraparlo para siempre.
Ves a madres que ven a sus hijos en funciones escolares y pasan todo el tiempo fotografiando, la mañana de reyes fotografiada, las cenas familiares y cumpleaños retratados para siempre. ¿Cuántos de los momentos especiales que nos rodean los contemplamos a través de nuestros ojos? ¿Cuántos de ellos no nos los perdemos por estar limitados al objetivo de una cámara?
Un paseo romántico con tu pareja
y ahí va un selfie. Una tranquila
reunión de amigos, y más fotografías.
No me malinterpretéis, no estoy
en contra de las fotografías, pero sí del exceso. Y, en este ámbito, me temo
que hemos alcanzado el exceso. Hemos sobrepasado el exceso. Y los únicos
perjudicados somos nosotros.
¿Os habéis parado a pensar en
esos momentos en los que mirábamos el mundo en todo su esplendor? ¿A tamaño
real? En ocasiones me siento un bicho raro por contemplar un bonito atardecer y
no fotografiarlo. Y, al mismo tiempo, me siento la más afortunada de todos
aquellos que me rodean. Porque, cuando veo algo hermoso, a menudo soy la única
de los que están ahí que lo está mirando de verdad. En sus colores y matices
reales. Y no los que puede captar una cámara de fotos.
Nunca una cámara de fotos podrá
captar la esencia de lo que se fotografía, porque no estás fotografiando la
emoción que te provoca ese momento, no estás fotografiando el olor del ambiente
en ese momento, no estás fotografiando el sonido del viento en ese momento, no
fotografías tu estado de ánimo.
Por supuesto que me encanta tener fotografías para poder mostrar a las personas que tengo cerca, fotografías que poder conservar de los momentos más especiales, las fotografías son importantes para nosotros, nos ayudan a recordar cosas que, de otro modo, perderían nitidez en nuestra memoria. Pero no todo debe ser fotografiado. Hay cosas, pequeñas cosas, que podemos simplemente disfrutarlas.
Por supuesto que me encanta tener fotografías para poder mostrar a las personas que tengo cerca, fotografías que poder conservar de los momentos más especiales, las fotografías son importantes para nosotros, nos ayudan a recordar cosas que, de otro modo, perderían nitidez en nuestra memoria. Pero no todo debe ser fotografiado. Hay cosas, pequeñas cosas, que podemos simplemente disfrutarlas.
Un día, aunque sólo sea una vez
en un día, cuando contempléis algo hermoso y tengáis la tentación de
fotografiarlo, aceptadme el consejo: sólo por una vez, guardad la cámara y
disfrutad de lo que estáis viendo. Lo recordéis o no después con todo detalle,
lo importante es que por una vez lo habréis visto de verdad. Eso es algo que ninguna fotografía os podrá devolver
después.
Gracias por llenar eso vacios o descanso entre estudio y estudio. No se que elogiar primero si esa forma de ver el mundo o tu forma de escribir, gracias por ver el mundo de esa forma tan especial, te fijas y le das importancia a detalles que los demas solo dan por hecho, detalles que se han vuelto el pan de cada día de mucha personas. Gracias por dejarnos danzar por tu mente.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte a observar.
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